La extraña desaparición de Esme Lennox

Este año tuve la suerte de poder visitar la Feria del Libro de Madrid durante un par de días y, a diferencia de otras veces, no buscaba ningún libro en especial. Tengo mucha lectura pendiente pero no puedo resistirme a pasear, aunque sea dando codazos, entre los puestos de la feria y las miles de personas que hacen colas extrañamente largas para según qué autores o autoras. En fin.

Aquí te encuentras con escritoras y escritores que son ya una especie de viejos conocidos: Rosa Montero, Almudena Grandes o Eduardo Mendoza siempre están bajo algún tenderete, hechos carne mortal, amables, sudorosos y dispuestos a intercambiar alguna frase con quienes se acercan para que les firmen alguno de sus libros. Destaco la alegría de acercarnos a Mendoza e intercambiar un par de frases con él, y la bonita dedicatoria que nos puso a César y a mí en el libro (repetido) que le compramos para tener la excusa de charlar con él. Lo que me da una verguenza horrosa (y a César no digamos) es pedirle una foto. Me quedo con el recuerdo antes que con las imágenes porque el recuerdo puedo moldearlo con mayor libertad.

Como iba contando, cuando no sé qué libro busco, dejo que el libro me encuentre a mí. Sí. Algunos de mis libros favoritos me buscaron ellos, así que confío en esta especie de magnetismo esotérico y solo camino frente a la pilas infinitas observando y tocando cubiertas.
Así andaba, dejándome ver por si alguno me hacía una señal o un guiño, cuando llegué al puesto de la Librería de Mujeres. Es una de las paradas obligadas para mí pese a que, casi siempre, tengo ya en casa los títulos que ellas venden y a mí me interesan. Sin embargo, esta vez le pregunté a una de las vendedoras. Ni siquiera la llamé, cruzamos miradas y, como buena librera que estoy segura que es, me preguntó qué buscaba.

—Recomiéndame una novela —le dije con un desparpajo que no tengo y ella resopló sonriendo, consciente de la dificultad de mi petición y de que eso nunca puede hacerse a la ligera.

—¿Novela? —me preguntó, para asegurarse o para ganar tiempo de pensar.

—Sí, novela.

Cogió "La extraña desaparición de Esme Lennox", de la escritora Maggie O´Farrell. No acepté enseguida porque yo había leído "Tiene que ser aquí" el verano pasado (de ahí saqué la propuesta de "La subasta" para los talleres), pero la historia no había terminado de gustarme del todo. No así la forma en que se cuenta que, admito, me tuvo enganchada hasta el final.

—Vale —dijo ella notando mi indecisión—. Te entiendo. Sin embargo —continuó—, esta fue su primera novela y te aseguro que es totalmente diferente a las posteriores. La narradora es una mujer y estoy segura de que te atrapará como a nosotras. En la librería la hemos leído todas.

Cogí el libro y le dí un par de vueltas.

—No te vas a arrepentir, ya me contarás.

Y así supe que el magnetismo había vuelto a funcionar, el libro me había encontrado a mí. Miré a César, compañero de vida y de infinitas búsquedas, que me dijo:

—¿Te llevas este?

—Sí, este.

Dos mujeres, dos épocas, una vida en la que está todo por hacer, otra vida en la que todo fue hecho y la locura y el misterio como hilo argumental. Una trama que, como me aseguró la librera, te atrapa y te lleva de un año a otro, de la vida de una mujer a la vida de otra.
No cuento más porque tiendo mucho al despelleje de las novelas que me gustan, pero sí la recomiendo y la presto por si alguno o alguna de vosotras estáis interesadas en leerla.

Comentarios

  1. Señales... Me he emocionado con tu "relatoseña" (Ya sabes que me gusta inventar palabras). H.

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  2. No mandes más reseñas tan buenas como ésta, que ya tengo tres libros pedidos por La Casa del Libro (tras la filipica de Jesús no volveré a hacerlo por Amazon)😘

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