Qué es y para qué sirve un taller de escritura
¡Bienvenidas y bienvenidos al blog de mis talleres de escritura!
Matizo que son míos porque los imparto yo aunque, en realidad, un taller es de cuantos participan en él.
Aquí debería haber una declaración de intenciones en relación a los motivos y objetivos de lanzar un blog, tan íntimo en muchos casos, al universo frío e inabarcable del ciberespacio. Sin embargo, no lo haré. Si hay motivos definidos, no he meditado bastante acerca de ellos por lo que no puedo enumerarlos hoy aquí. Si hay objetivos podrían resumirse en uno; que alguien lo lea, le sirva y/o le ayude en algo, No hay más. Tampoco menos.
Escribo y tiro botellitas al mar para esperar paciente a que alguien las abra. Es quizás esa la mayor ambición de todas y también, ahora que lo pienso, el principal motivo de este proyecto. Así que pasa hasta el fondo, ponte cómoda o cómodo y lee todo lo que quieras. Si te gusta algo de lo que hay, o no, pero quieres comentarlo, escríbeme. Me encantará saberlo.
Ahora la pregunta del millón: ¿Qué es y para qué sirve un taller de escritura?
Lo contaré en palabras de una escritora.
En el libro de Ursula K. Le Guin "Contar es escuchar" (Editorial Círculo de Tiza) podéis encontrar un gran número de artículos escritos por esta antropóloga tan desconocida —al menos para mí— como necesaria. En cuatrocientas páginas se habla tanto de cuestiones personales como de lectura, escritura y un sinfin de anécdotas relacionadas con la historia y los seres humanos. Ursula (sin tilde porque no es española) discute y opina de cosas tan poco estudiadas como son los premios y el género, pero es en la página 335, casi al final, donde se encuentra mi primera lectura del libro bajo el sugerente título de: "Orgullos: un ensayo sobre los talleres literarios". Quince páginas que hablan de mí y para mi. ¿De quién si no, hablan los buenos libros que leemos? Hablan de ti y para ti.
A modo de bienvenida no se me ocurre nada mejor que el dejaros por aquí fragmentos de este artículo que me gustaría compartir con vosotras y vosotros. Si queréis leerlo completo os recomiendo anotar este título para vuestra biblioteca personal. Merece al pena.
"A veces me preocupan los talleres (...) pienso que debería dejarlos. No solo porque me estoy haciendo mayor y perezosa, sino porque tengo más dudas que certezas sobre los talleres. Me preocupo: ¿son algo bueno? ¿Sí? ¿No? Siempre me he decantado por el sí: ligeramente, pero con firmeza"
El artículo empieza enumerando los daños que la autora —y yo suscribo— atribuye a estos talleres como por ejemplo: "Hacer perder o perder el tiempo". En un taller —ya me lo habéis oído decir varias veces— nadie te enseñará a escribir porque tú ya escribes pero eso si, se aprenden otras muchas cosas.
"Otro daño de un taller es el canto al ego". No es nuestro caso pero, muchos talleres (los más caros) los imparten escritores más o menos consagrados. "Así, la dinámica es la del Gran Autor y sus discípulos. Hay profesores y profesoras que desmantelan adrede los relatos de un autor y, de paso, también su personalidad, sin volver a armarla después. En estos talleres se destrozan los trabajos de la mayoría, salvando uno o dos que serán los elegidos de Dios. Los profesores siempre son respetados. Los participantes, en cambio, suelen ser inseguros y vulnerables. Por supuesto, el profesor debe tender a instaurar altos estándares de calidad pero no tiene el derecho a impedir que otra persona intente aprender".
Otro ego a tener en cuenta según Ursula, es el del propio participante. Suele ser —y cito palabras textuales de Le Guin— :"Un fanfarrón manipulador o un fanfarrón pasivo". Ante estos casos, la autora confiesa no saber, pese a la experiencia, cómo tratar a esas personas. Así que suele ayudarse del resto del grupo que siempre demuestra ante estos compañeros, una habilidad, amabilidad y sensibilidad psicológica que nunca dejó de asombrarla.
Ursula menciona dos tipos de talleres dañinos: "los que se centran en ganar premios y los que desprecian los premios por un sentimiento absurdo de superioridad y de pertenecer a una élite literaria que entre ellos se retroalimenta". Y también señala: "Otra forma de malgastar el tiempo es la dependencia del taller sin apenas escribir nada". Y aquí cuenta la anécdota de una artista de Nueva Inglaterra que acudía a una de esas colonias "elitistas" que abundan en Estados Unidos para escritores, cuando solo había publicado dos relatos en los últimos diez años: "¿Qué sentido tiene?
Estos adictos a talleres llegan a ellos con viejos manuscritos que, cuando se critican, los defienden a muerte y sin ninguna perspectiva porque, en otros talleres, otro profesor alabó su obra. Casi no escriben nada nuevo de lo que se les pide porque ellos están escribiendo o pensando en su gran obra".
Y ahora, os trascribo lo más emocionante. Lo que entronca con nuestros talleres o eso, al menos, es lo que yo pretendo:
"Hay, como verás, talleres para ganar concursos, dirigidos en exclusiva a la publicación, que te ponen en contacto con la gente adecuada dentro del mundillo... pero también hay talleres donde se pueden adquirir expectativas realistas, costumbres provechosas, respeto por el arte y respeto por una o uno mismo como escritor en los talleres centrado en el trabajo.
Lo que el profesor puede trasmitir es, sobre todo, experiencia: ya sea racionalizada y verbalizada o compartida por el hecho de estar presente, ser un escritor o escritora, leer una obra, hablar de ella.
Lo que más necesitan la mayoría de los participantes es aprender a concebirse a sí mismos como escritores.
Para muchos adultos -porque los jóvenes vienen al taller, estudian el bachillerato y tocan en una banda de rock- el problema es la falta de confianza. A las mujeres, en especial las mujeres con niños, o de cierta edad o mayores, puede resultarles excesivamente difícil tomarse en serio cualquier cosa que no se haga "por los demás": la trampa del altruismo. Del mismo modo, a los hombres educados para verse como trabajadores y tipos ordinarios puede costarles dar el salto necesario para tomarse en serio como escritores.
También es importante que los y las profesoras no sean enseñantes de escritura, sino escritores que enseñan. Y es importante que sean mujeres con la misma frecuencia con que son hombres.
Los profesores no solo son símbolos y gurús. Son útiles de modo directo. Sus encargos, orientaciones, discusiones, ejercicios, críticas, reacciones y salidas de tono permiten a los participantes saber que pueden cumplir un plazo, escribir un cuento en una semana, probar con una forma nueva, correr riesgos y descubrir dones de los que no eran conscientes. Los profesores dirigen la práctica.
Curiosa palabra "práctica". La práctica de un arte consiste en el ejercicio de ese arte: es el arte. Cuando los participantes llevan una semana practicando la escritura en compañía de otros escritores practicantes, pueden sentir con cierta justificación que son, de hecho, escritores.
De modo que quizá la esencia de un taller que funciona es el grupo en sí.
Al participar, escribir, leer, criticar y debatir, los miembros de un taller aprenden muchísimo. Primero aprenden a soportar las críticas, que pueden soportarlas. Negativas, positivas, agresivas, constructivas, valiosas, estúpidas: pueden soportarlas. Descubrir que a uno lo han criticado por los cuatro costados y que aun así, ha continuado escribiendo, libera mucha energía.
Los participantes también aprenden a leer lo que escriben los demás y a criticarlo de manera responsable. Para buena parte de ellos y ellas, esas son las primeras lecturas genuinas que hacen en su vida: una lectura distinta de la absorción pasiva, como cuando solo se lee para relajarse y escapar de la realidad. En lugar de ello, en el taller se lee en términos de un proceso intensamente activo de colaboración con un texto. Un taller en el que una sola persona aprenda a leer de ese modo ya tendrá justificación. El aprender a leer hace que la escritura se enfoque de una manera muy distinta. Al cabo, los participantes son capaces de auto-criticarse, volcar eso en su propio texto, ser capaces de corregirlos sin miedos.
En los talleres de escritura se realizan tareas difíciles, el grupo lo sabe y es consciente de ello por lo que la honestidad y la confianza es vital. Si el grupo funciona como tal, todos sus integrantes, incluido el profesor o profesora, se fortalecen a través de la comunidad y se llenan de energía.
Se trata de una experiencia tan rara y valiosa que no es de extrañar que los buenos talleres engendren pequeños grupos de pares que pueden seguir trabajando juntos durante meses y años".
Y esas es una de las razones -dice Le Guin- por las que sigo enseñando. Regreso a casa al término de un taller y me pongo a escribir.
El Escritor, la Escritora, puede ser un ser aburrido que pasa horas y horas sentado, sentada, mientras la familia observa o pregunta dónde está la camisa azul. Es posible que nos sintamos como personitas diminutas y solitarias frente a las figuras gigantes de los Best Sellers y los Grandes Autores que se alzan como estatuas por encima de nosotras. Estas personitas solitarias y sentadas podemos descubrir que, en un taller centrado en el trabajo, encontramos el apoyo grupal y la rivalidad colaborativa, la energía combinada que los actores, los bailarines y los músicos, los artistas escénicos en general, hallan todo el tiempo.
Y mientras se desaliente el canto al ego, el proceso del taller, que depende de la ayuda, la estimulación, la emulación, la honestidad y la confianza recíprocas, puede producir una forma inusualmente pura y clara de esa energía.
Tal vez el escritor pueda llevarse parte de esa energía a casa, no después de "aprender a escribir", sino de aprender "qué es escribir".
Termina este ensayo así:
"Un buen taller me recuerda a una manada de leones reunida alrededor de una charca. Todos cazan cebras por la noche y se comen una, gruñendo de lo lindo, y después van todos juntos a beber el agua de la charca. A continuación se echan bajo el calor del día y hacen ruidos y se espantan las moscas y adoptan una expresión benevolente. Es toda una experiencia haber pertenecido, aunque solo sea durante una semana, a una manada de leones."
Lo dicho. Bienvenidos y bienvenidas al blog.
Bienvenidos y bienvenidas a esta manada de leones y leonas. Espero que os guste nuestra "charca".
Empezamos.
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