Trece formas de mirar

He aquí la historia de una confusión.
Ya os he hablado en otra entrada de Carson McCullers ¿verdad? Su obra la está reeditando en nuestro país la editorial Seix Barall. Pues bien, paseando por una librería, y repasando con la mirada los títulos de Carson publicados en esa editorial, doy con "Trece formas de mirar". No me suena. Lo cojo. Lo miro. Noto algo extraño y caigo; no se trata de McCullers sino de McCann. Nada que ver, claro. Pero, ¿de qué conozco yo a McCann? Ya está. Tengo en casa un libro de él "Cincuenta consejos para ser escritor". Me han gustado mucho algunos de ellos —no todos— y también me gustó su estilo por eso ojeo la contraportada. Se trata de una novela corta y tres relatos más. Lo vuelvo a poner en su sitio. Sigo mirando otros libros. Nada. No busco nada en concreto, esa es la verdad. Los dos títulos que quería están descatalogados. Cierto que los tengo en el ordenador pero no me gusta demasiado leer en por placer en pantallas y, aunque me paso horas haciéndolo por otros motivos menos placenteros, no me puedo llevar la lectura a la cama en ese formato.
Anuncian que van a cerrar la librería en diez minutos. César ya está nervioso ¿No encuentras nada? Él ya ha elegido algo. No sería la primera vez que me voy sin comprar, no es lo habitual pero a veces pasa. Vuelvo a pensar en McCullers y en McCann y empiezo a buscarlo de nuevo. Quedan cinco minutos para el cierre señores clientes. En las cajas hay ya reunidos tres empleados y uno, incluso, está cerrando las puertas. Otra chica ya ha hecho su caja. Cobran sin mirar a nadie a los ojos. No me gusta. Encuentro el libro de McCann, vuelvo a echarle un vistazo y me decido. Señor Colum, se viene usted conmigo a casa. Por los pelos.

La novela corta que da título al libro está dividida en trece capítulos. Cada capítulo se narra desde una perspectiva distinta. La acción se enfoca desde las cámaras de seguridad que captan cada uno de nuestros movimientos, estemos donde estemos y seamos o no conscientes, hasta la cabeza del personaje principal, un anciano que vive solo con su asistenta en un lujoso apartamento de Nueva York. Es el último día de su vida.
Un asesinato, un asesino y el intento de resolver el misterio a través de lo que cada punto de vista captó. ¿No os parece un fabuloso ejercicio de escritura?
Un buen ejemplo de estilo indirecto libre: ¿habla el narrador o el personaje? Un buen ejemplo para estudiar el ritmo fónico, sintáctico y narrativo. Pum. Pum. Pum. Escenas, descripciones, elipsis. No lo sueltas.

El puño que hay en la portada bien podría representar los puñetazos que en cada una de estas historias aparecen pero es que, además, encierra también una historia ajena a la ficción. En 2014, cuando McCann ya tenía casi terminado este libro de relatos, defendió a una mujer que estaba siendo agredida en la calle por un hombre que resultó ser su pareja. Cuando se alejó del lugar tras el inicidente, el agresor que había corrido tras Colum, le golpeó de manera brutal por la espalda y lo dejó inconsciente. Tras una lenta recuperación, seguida de dos años en los que no se sintió con fuerzas para escribir nada, el juez que instruyó su caso le dio la oportunidad de presentar un escrito como víctima ante el tribunal. Ese escrito fue el detonante que le ayudó a volver a su antiguo proyecto literario. De los trece relatos que originalmente conformaban el libro, pasó a cuatro y en los cuatro hay un puñetazo, un golpe, una pérdida que Colum consiguió restituir a través de la literatura.
Si queréis, podéis leer la carta que envió al tribunal. Está en la web del autor, en inglés, pero os da la opción de traducirla al español para quienes no seáis bilingües. Colum también aporta dos fotografías tomadas el mismo día de la agresión, antes y después de la misma.
Increíble.

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares