El orden del día

En las librerías César y yo solemos ir por libre pese a entrar juntos. Lo común es vernos deambular entre las estanterías por separado y, cuando nos encontramos, llevamos en las manos cosas muy distintas. Este libro lo eligió él y yo no puedo por menos que agradecérselo ya que es un fabuloso ejemplo de "lo que se cuenta" (el fondo) y "cómo se cuenta" (la forma).

Termino de leerlo y ando rumiando su historia y sus palabras. Las escenas se han enganchado en mi pensamiento. Manoseo el libro, lo acaricio, me fijo con detenimiento en la portada y la imagen del hombre que aparece en ella. En el libro se habla de él. Una anécdota espeluznante. Continuo mi particular paseo por las solapas y veo la foto del autor, Éric Vuillard —parece un modelo de pasarela— y, en un intento de no terminar aún este momento, me fijo en las reseñas. No las había leído antes.

Creo que no hay que fiarse demasiado de las reseñas que aparecen en las fajitas de los libros nuevos. Es márketing. Su único objetivo es vender por lo que, reseñas y reseñistas (hombres casi todos), alaban con frases manidas algún aspecto de la obra. De hecho, hay frases muy tontas y repetitivas que, sin embargo, deben surtir efecto o las editoriales no se molestarían en ponerlas por el considerable gasto que suponen.

"Maravillosa", "Genial", "Un clásico", "Excelente", "Muy brillante"... blablabla. Dicen las malas lenguas que hay escritores que lo único que escriben son reseñas. (Pausa dramática, jeje). Maldades aparte, os traigo aquí precisamente un fragmento de dos de ellas. No están en la faja, color sangre, que nos grita que tenemos en las manos: "La revelación literaria de la temporada" en su ¡cuarta edición! Qué va. Está en la solapa trasera, impresa como un tatuaje en la propia piel del libro:
"Escenas robadas al olvido (...) fragmentos recogidos en los márgenes". Esa es la Historia.

"El orden del día" descorre las pesadas y rancias cortinas que se encargaron de tapar  los movimientos y acciones de los nazis junto a sus colaboradores necesarios; empresarios y políticos de todas las nacionalidades. Asistimos a las reuniones en las que se acordó financiar al partido nazi y se le dejó hacer. Antes de invadir Polonia, Hitler —que había sido elegido democráticamente en las urnas, no hay que olvidarlo— invadió Austria con una estrategia tan efectiva como facilona y absurda. De hecho, cuando las tropas alemanas entraron en el país, la gente los recibió con banderitas con esvásticas y gritos de entusiasmo. ¿Por qué? ¿Por qué Inglaterra no movió un dedo? ¿Por qué Francia tampoco? ¿Por qué seguimos viendo las imágenes previas al estallido oficial de aquella guerra como si de una fiesta se tratara? ¿Por qué, si Hitler era un ser mediocre, un hombre patético y un malnacido, todos le bailaron el agua? ¿Cuánto había de verdad y cuánto de propaganda? ¿Por que las cosas importantes, los auténticos motivos, los crímenes, no aparecen en ningún orden del día?

Una historia bien contada, de manera original y dura. Muy dura. Porque nos muestra aquellas cosas que ocurrieron ante nuestros ojos y que poca gente vio ¿O lo vio mucha gente que miró hacia otro lado? No sé qué me da más miedo.

La segunda guerra mundial puede que ya nos quede lejos, basta una sola generación para instalar el olvido con respecto a la anterior, pero los intereses particulares, el dinero, el poder, la soberbia y la propaganda siguen aquí entre nosotras y nosotros. Hoy exactamente igual que entonces ¿Somos capaces de verlo? Solo tenemos que mirar a nuestro alrededor ¿Que está pasando? ¿Ha pasado ya antes?
Leer historias como esta es leer la Historia. Y leer es peligroso porque te ayuda a ver y, una vez que ves y sabes, tienes que tomar partido o mirar hacia otro lado. Tú decides. Cuidado.

Comentarios

  1. Yo siento la necesidad de tomar partido, de intentar hacer conciencia para no volver a caer en otro error de tan nefastas consecuencias. Un saludo.

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