Asesinato en la oscuridad

La literatura es un juego, nos dice Margaret Atwood, un asesinato en la oscuridad, solo que no estamos seguras de quién es el detective, quién el asesino y quién la víctima.
Y es que no es fácil distinguir entre realidad y ficción. ¿El autor ha de mentir siempre..., o no?

"Asesinato en la oscuridad" es un libro original hecho de pequeños cuentos o reflexiones literarias que su autora, con su personálisimo estilo, nos regala junto a unas bonitas ilustraciones hechas por ella misma (Al menos en la edición que yo tengo, que siempre es la que os pongo en la imagen principal).

Así pues, podréis leer las instrucciones del juego que da título al libro y del que yo os voy a trascribir un trocito al final de este post. También, encontrareis bajo el título de "Chicas poco apreciadas" las opiniones de las eternas "malas" de los cuentos, esas que nunca tienen voz o tienen una voz muy fea. A saber; la hermana o hermanastra  de la prota, la vieja o la bruja y la madrastra, quien abre su relato así:

"Es verdad, nunca hay padrastros malignos. Sólo un montón de viudos pusilánimes, que me permiten cualquier vileza frente a sus hijas. ¿Dónde están cuando esclavizo a esas chicas en la cocina, o las mando a salir en plena tormenta con vestiditos de papel?"

¡Es fantástica esta Atwood!

En "Asesinato en la oscuridad" también hay confesiones como la de la "Gallina Marcelina" que no tiene desperdicio. Hay instrucciones  para saber "Cómo hacer un hombre". Hay un manual para escribir "Finales felices". Hay alabanzas a las mujeres tontas de las novelas. Hay reflexiones sobre el cuerpo femenino, asesinatos simples o escenas de muerte... En fin ¡Hay aquí tantas cosas y todas tan interesantes y divertidas! que no puedo por menos que recomendarte, si te topas con uno de estos ejemplares, que lo adoptes y te lo lleves a casa.

Yo me lo topé primera vez en una librería en Madrid. Como ya llevaba a esas alturas de la visita otros libros que quería tener, con disimulo y pena lo dejé en su estantería. César no estaba a mi lado (os he contado que vamos por libre cuando miramos libros) pero luego me contó que me vio de lejos mirar algo y soltarlo. Por mi 44 cumpleaños, me lo regaló. No supo qué libro miraba pero sí el lugar en el que lo miré y fue a buscarlo semanas después e indagó. ¿Qué libro podría ser?, miró por la misma zona hasta que vio este y supo (eso me cuenta) que tenía que ser el mismo. Y desde luego que era el mismo libro. ¿Por qué lo sé? Porque tiene un golpe en la esquina superior derecha que lo hace único y, ahora también, mío. 😏

Asesinato en la oscuridad

(...)Doblas unos papeles y los pones en un sombrero, en un cuenco, o en el centro de la mesa. Cada participante escoge uno. Si te toca la X eres el detective, si te toca el punto negro, el asesino. El detective sale de la sala y se apagan las luces. Todo el mundo deambula en la oscuridad hasta que el asesino elige víctima. Puede susurrarle Estás muerta, o puede deslizarle las manos alrededor del cuello y darle un apretón, en broma pero enérgico. La víctima grita y cae al suelo. Entonces todo el mundo se queda quieto salvo el asesino, quien naturalmente no quiere que le encuentren junto al cadáver. El detective cuenta hasta diez, enciende las luces, y entra en la sala. Puede interrogar a todos menos a la víctima, que no está autorizada a responder, puesto que está muerta. El asesino debe mentir.

Si quieres, puedes jugar con este juego. Puedes decir: el asesino es el escritor, el detective es el lector, la víctima el libro. O quizás, el asesino es el escritor, el detective es el crítico, y la víctima es el lector. En este caso, el libro sería la puesta en escena total, incluida la lámpara tirada en el suelo, rota en un traspiés. Pero en realidad es más divertido el juego en sí.

En cualquier caso, ahí estoy yo en la oscuridad. Tengo designios sobre ti, estoy planeando mi crimen siniestro, mis manos avanzan hacia tu garganta, o quizá, por error, tu muslo. Oyes mis pasos que se acercan, llevo botas y tengo un cuchillo, o quizás es un revólver con culata de nácar, en todo caso llevo botas de suela muy suave, ves el fulgor cinematográfico de mi cigarrillo, creciendo y menguando en la neblina de la habitación, la calle, la habitación, aunque yo no fumo. Recuerda sólo esto, cuando el grito cese al fin y hayas encendido las luces: según las reglas del juego, yo he de mentir siempre.

Y ahora: ¿me crees?



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