A finales de enero
Bajo el título de la entrada se puede leer, con letra pequeña, "publicado por María". En esta ocasión, además, debería poner: "y escrito por César". Porque es César el autor del texto que por aquí os dejo. Así él también se estrena en esto de hacer reseñas particularísimas de los libros que leemos. La foto, como otras que voy usando últimamente, es suya.
Es habitual que los hechos históricos se plateen como carentes de cualquier tipo de condicionante personal. Y, sin embargo, la historia es una experiencia absolutamente subjetiva y absolutamente personal. Enrique Ruano era un chaval de 21 años, estudiante de derecho, buena familia, católico, militante de las izquierdas (nunca una única izquierda) que murió el 20 de enero de 1969 durante un interrogatorio de la policía franquista. Además, Enrique estaba deprimido y en tratamiento con Carlos Castilla del Pino (el psiquiatra de las izquierdas). Enrique era novio de Dolores González, también detenida, y amigo de Francisco Javier Sauquillo quien, al parecer, también estaba enamorado de Dolores. Javier y Dolores esquivaron la muerte de Enrique, finalizaron sus carreras de derecho y terminaron casándose y trabajando en despachos de abogados laboralistas tan de moda en aquellos años en los que empezaba a haber algún tipo de derecho. Quisieron unos asesinos volver a cruzar la vida de Dolores y Javier un 24 de enero de 1977 en el despacho de abogados de Atocha 55. Francisco Javier murió aquel día junto a otras cuatro personas. Dolores quedó malherida aquel día junto a otros tres compañeros. Para la historia carente de cualquier tipo de condicionante personal, el entierro de los abogados de Atocha fue el principio del inicio de la legalización del Partido Comunista de España y el final de la que se ha considerado como la semana más trágica de la Transición. Para Dolores Gonzalez fue el inicio de una vida que quedó para siempre marcada por cada final de cada enero que vivió hasta el 27 de enero de 2015, fecha en la que se dejó morir. En «A finales de Enero», Javier Padilla hace un retrato de Enrique, Dolores y Francisco Javier, tres personajes que sonríen a la cámara junto a la Casa de las Flores, en la calle Hilarión Eslava, donde vivió Pablo Neruda en 1934, en algún momento de la primavera de 1968. ¿Cómo recuerdas la Transición? se pregunta el autor en la coda que lleva el libro a su fin. A poca edad que tengamos, todos podemos responder esta pregunta. Como, en mayor o menor medida, podríamos responder a preguntas como ¿Qué hacías cuando mataron a Kennedy?, ¿Dónde estabas el 11-S?, o ¿Cómo viviste el 11-M? Ocurre que es distinto si eres Dolores González o eres Manuela Carmena. En palabras del autor, «a las historias de los perdedores cuesta trabajo encontrarles un significado».
Me resulta muy interesante tu reseña. Trataré de leer el libro. Sabéis que soy contemporánea de los protagonistas y recuerdo bien la transición, que no fue tan fácil como nos la pintan.
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