Lejos del champagne
Dicen que un libro te lleva a otro libro pero se dice menos que un escritor te lleva a otro escritor y a otro y a otro más. Así es como una escritora, Teresa, me regaló un libro, el de Manuel, quien me recomendó que leyera a Aurora, la de Curva, y me regaló (dedicado) el libro de Carlos, el del champán.
Carlos es un veinticuatro. Veinticuatro pinchazos. Pellizcos bajo la manta de la cama o de la ropa camilla. Veinticuatro maneras de ver las cosas, las que no se ven porque no se miran. Veinticuatro sacudidas. Risas y "seriedades". Y todo junto hace que me pregunte: ¿Es esta la vida de quienes alguna vez juramos que no nos aburguesaríamos? ¿Es esto vivir?
Los relatos de Torrero (con este apellido ¿quién va a llamarlo por su nombre?) son cortos, rápidos, con ritmo. Hurgan como una aguja debajo de la piel buscando una vena en la que volcar al torrente sanguíneo las pequeñas grandes miserias, decepciones y frustraciones de esta vida acomodada, acomodaticia, plana en el fondo, previsible en las formas y aburrida, aburridísima, que parece no tener más recorrido que la falsa estabilidad emocional inventada cuando hace años, tantos que ni te acuerdas, soñábamos con la pareja ideal, la casa perfecta, el buen sexo, los hijos y las vacaciones de quince días con la pulserita del todo incluido. Pero en un descuido, casi sin querer, de repente miras y te das cuenta de que nada es como deseas. Y da igual que haya abierto este libro con cierta envidia de toparme con lo que ya me anticiparon que encontraría. Me dije: uno solo, solo un relato y lo dejo, que tengo mucho que hacer ahora pero no quiero no tener argumentos para rechazarlo después. Y ya está, perdida, atrapada veinticuatro veces. "Torrerizada" ¿Se dice así? Y tras el día de Día de patos llega el Cálculo del frío, el Epílogo para pupitres (no lo envíes) o La importancia de salir a tender cuando dan lluvia.
Un relato de Torrero es una historia corta, recogidita, que contiene todo lo necesario para funcionar y entiéndase por funcionar aquello de que nos cuenta algo de una manera que no te deja indiferente. De ahí el estilo empleado, los personajes, sus conflictos y buenísimos títulos. De ahí los narradores y esos puntos de vista tan originales. Que un buen relato puede ser todo lo dicho aquí o nada de lo que aquí se diga, ojo, que teorizar es algo que en narrativa es muy complejo, aunque un buen indicativo podría ser que al acabar de leer estas historias cortas y recogiditas se van extendiendo y crecen más allá de las páginas. Podría valer.
Mira que leo libros y mira que muchos, cada vez más, son de relatos. Quizá porque los escribo yo, quizá porque es lo que incito a que otros, otras, escriban (que en un taller el relato es la medida de todas las cosas). Por eso los elijo con frecuencia. Por eso y porque me gustan, me sumergen rápido bajo el agua, me apartan un segundo de mi vida, me hunden y me sueltan para que salga a respirar. Me hacen creer que leo más, mucho, mejor. Me hacen creer, a secas. El caso es que me gustan los relatos, más si cabe cuando encuentro algo bueno a estas cuarenta y cinco alturas de mi vida, donde últimamente solo conozco a gente interesante a través de los libros.
Debe ser que ya no salgo como antes (antes del Pleistoceno quiero decir, que dicho así parece que dejé de salir hace un par de años y no es el caso). Tampoco uso las redes sociales como esta juventud, no siempre tan joven, hípersolitaria y megasocial que, oh, paradoja, deambula en masa sin más compañía que la del móvil poblando, a cambio del café más caro del mundo, cualquier Starbucks que se precie. Y sin embargo, como decía, leyendo he conseguido intimar con otros seres humanos de maneras que jamás habría tenido la oportunidad de experimentar con una copa en la mano o en una conversación por instagram. Nadie te va a decir por Direct ¿Qué es la felicidad? Es el momento antes de necesitar más felicidad. Pues esto te lo dice Carlos en este libro... y bueno sí, un tal Don Draper. Pero como yo, y ahora veréis lo rarísima que soy, no veo ninguna serie, para mí queda, quedará siempre, como frase de Torrero.
Carlos es un veinticuatro. Veinticuatro pinchazos. Pellizcos bajo la manta de la cama o de la ropa camilla. Veinticuatro maneras de ver las cosas, las que no se ven porque no se miran. Veinticuatro sacudidas. Risas y "seriedades". Y todo junto hace que me pregunte: ¿Es esta la vida de quienes alguna vez juramos que no nos aburguesaríamos? ¿Es esto vivir?
Los relatos de Torrero (con este apellido ¿quién va a llamarlo por su nombre?) son cortos, rápidos, con ritmo. Hurgan como una aguja debajo de la piel buscando una vena en la que volcar al torrente sanguíneo las pequeñas grandes miserias, decepciones y frustraciones de esta vida acomodada, acomodaticia, plana en el fondo, previsible en las formas y aburrida, aburridísima, que parece no tener más recorrido que la falsa estabilidad emocional inventada cuando hace años, tantos que ni te acuerdas, soñábamos con la pareja ideal, la casa perfecta, el buen sexo, los hijos y las vacaciones de quince días con la pulserita del todo incluido. Pero en un descuido, casi sin querer, de repente miras y te das cuenta de que nada es como deseas. Y da igual que haya abierto este libro con cierta envidia de toparme con lo que ya me anticiparon que encontraría. Me dije: uno solo, solo un relato y lo dejo, que tengo mucho que hacer ahora pero no quiero no tener argumentos para rechazarlo después. Y ya está, perdida, atrapada veinticuatro veces. "Torrerizada" ¿Se dice así? Y tras el día de Día de patos llega el Cálculo del frío, el Epílogo para pupitres (no lo envíes) o La importancia de salir a tender cuando dan lluvia.
Un relato de Torrero es una historia corta, recogidita, que contiene todo lo necesario para funcionar y entiéndase por funcionar aquello de que nos cuenta algo de una manera que no te deja indiferente. De ahí el estilo empleado, los personajes, sus conflictos y buenísimos títulos. De ahí los narradores y esos puntos de vista tan originales. Que un buen relato puede ser todo lo dicho aquí o nada de lo que aquí se diga, ojo, que teorizar es algo que en narrativa es muy complejo, aunque un buen indicativo podría ser que al acabar de leer estas historias cortas y recogiditas se van extendiendo y crecen más allá de las páginas. Podría valer.
Mira que leo libros y mira que muchos, cada vez más, son de relatos. Quizá porque los escribo yo, quizá porque es lo que incito a que otros, otras, escriban (que en un taller el relato es la medida de todas las cosas). Por eso los elijo con frecuencia. Por eso y porque me gustan, me sumergen rápido bajo el agua, me apartan un segundo de mi vida, me hunden y me sueltan para que salga a respirar. Me hacen creer que leo más, mucho, mejor. Me hacen creer, a secas. El caso es que me gustan los relatos, más si cabe cuando encuentro algo bueno a estas cuarenta y cinco alturas de mi vida, donde últimamente solo conozco a gente interesante a través de los libros.
Debe ser que ya no salgo como antes (antes del Pleistoceno quiero decir, que dicho así parece que dejé de salir hace un par de años y no es el caso). Tampoco uso las redes sociales como esta juventud, no siempre tan joven, hípersolitaria y megasocial que, oh, paradoja, deambula en masa sin más compañía que la del móvil poblando, a cambio del café más caro del mundo, cualquier Starbucks que se precie. Y sin embargo, como decía, leyendo he conseguido intimar con otros seres humanos de maneras que jamás habría tenido la oportunidad de experimentar con una copa en la mano o en una conversación por instagram. Nadie te va a decir por Direct ¿Qué es la felicidad? Es el momento antes de necesitar más felicidad. Pues esto te lo dice Carlos en este libro... y bueno sí, un tal Don Draper. Pero como yo, y ahora veréis lo rarísima que soy, no veo ninguna serie, para mí queda, quedará siempre, como frase de Torrero.
María... Cómo escribes. Quiero ser tú 😅 Enhorabuena, una vez más. Por cierto, comparto. Me ha encantado esta reseña un tanto especial.
ResponderEliminarMuchas gracias por la lectura y por estas palabras, sin duda generosas. Me has alegrado el día. Acaso un año entero. Un abrazo.
ResponderEliminarVaya tela, querida profe. Pues nada, ¿cómo no apuntarse este libro una aficionada a los relatos como yo? Tiene una pintaza y además es que tus entradas son para enmarcarlas. Ea, ya está en la lista. Mil gracias por descubrirme tan buena literatura, y yo... ¿porqué no te encontré antes?
ResponderEliminarQué buena reseña, profe. Dan ganas de coger el libro y ponerse a leer. Habrá que apuntarlo y comprarlo o pedírselo al amigo/a invisible. Gracias, María por darnos a conocer a buenos/as escritores/as, que no son best Seller, por ahora.
ResponderEliminarNo puedo dejar de agradecer formar parte de tu curso y poder leer tan bonito como escribes.😘😘
ResponderEliminarHelena, María, Cary y Chari, gracias! Espero que lo leáis y me contéis la experiencia.
ResponderEliminarCarlos, no sé si te envidio o te admiro. Creo que las dos cosas aunque un poquito más lo primero.
Impresionante. Si el libro es la mitad de bueno de lo que nos haces creer con tu maravilloso comentario, ya será mucho. No me queda otro remedio que leerlo. Lo antes posible
ResponderEliminarLéelo y me dices.
Eliminar¡Bienvenido, transeúnte!Espero que te guste el blog.
Como me pierdo las mejores, no estuve el día que vino Torrero al taller y tampoco he leído el libro, pero después de la reseña estoy deseando hacerme con él
ResponderEliminarIntento leer pocas reseñas de libros, porque se presentan tan bien que me agobia ver cómo engorda la lista de libros pendientes de leer. Pero hoy he bajado la guardia mientras desayunaba. Ya está. Otro. Son tan buenas tus reseñas, María,, desde esa tu apartada orilla... Menos mal que este, al menos, me lo pueden prestar.
ResponderEliminar¡Te lo presto yo!
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