La belleza del marido


¿He dicho alguna vez por aquí que iba a centrarme una temporada en leer clásicos y a dejar de lado la literatura experimental, o solo lo he pensado? Porque esta semana, después de disfrutar como una loca el final de "El buen soldado" y atacar, sin ruido pero con furia, a William Faulkner con "Mientras agonizo", se me ha cruzado en el camino este ejemplar cuyo título bien merece los dineros que ha costado.
La belleza del marido es poesía y es novela. También, mitología griega, siglo XX y siglo XXI (y XXII cuando llegue, si es que llega). Es el experimento de una manera de narrar y escribir propias de Anne Carson, la autora, quien te atrapa con solo pasar la primera página y leas:  
Si la prosa es una casa, la poesía es un hombre corriendo en llamas a través de ella.

Prepárate para ver aquí a una mujer corriendo en llamas.

Dice Andreu Jaume en el prólogo que a Carson no le gusta que la encasillen y quizá por eso mezcla ensayo, narración y verso a partes iguales. Quizá necesite los tres para hablarnos de algo tan caleidoscópico como es el matrimonio. El suyo y, un poco, ese primer matrimonio de todos.

Dale la vuelta al marido y muestra su lado oscuro.

Esta escritora canadiense se gana la vida enseñando griego antiguo por lo que no es de extrañar que  utilice como armazón y esqueleto de esta obra la mitología y la poesía de Keats. De hecho parte de una premisa del poeta: la belleza es verdad.
Porque sobre la belleza, entre otras verdades, gira esto. Belleza en el fondo. Belleza en la forma.

                                                               No me da verguenza decir que le
                                                                                     amé por su belleza.
Como volvería a hacerlo
si se acercara. La belleza convence. Ya sabes que la belleza hace posible 
                                                                                                         el sexo.
La belleza hace al sexo sexo.

Para Ann, es la belleza lo que nos llama la atención y nos atrapa. Es la belleza la que no suelta de ti hasta que la has agotado. A lo mejor, es eso lo primero que amamos en el otro y, su recuerdo, es lo que nos mantiene unidos a él. Yo no lo sé, ¿quién lo sabe? pero es que ella lo cuenta tan bonito que no me importa nada creerlo a pies juntillas por un rato.

                     Como tantas otras cosas propulsé el marido hasta la divinidad y ahí
                                                                                                                  lo sostuve.
                    ¿Qué es la fuerza? 
                    La oposición de la familia y amigos no hace más que endurecerla.

En La belleza del marido hay pasajes, poemas o tangos (como Carson llama a cada capítulo y suman un total de 29) que son una ab-so-lu-ta delicia. Con ellos te ríes, te sorprendes, te apenas, te agobias y te desesperas durante los vaivenes de una historia de amor. 
Desde la adolescencia, pasando por la mirada de la madre.
La meta de una madre es abolir la seducción.
La pasión, los desengaños.  
Hay algo afilado y ardiente en la primera infidelidad de un matrimonio.
Todo aquel o aquella que haya estado casada alguna vez, encontrará aquí fotografías que una vez tomó y que luego rompió en mil pedazos para poder olvidar.

                     Conozco a un hombre
que establecía las reglas
contra la exhibición del dolor,
contra preguntar por qué, contra querer saber cuándo le
volvería a ver.

Este libro no se me agotará nunca. Lo sé. Eso sí lo sé de veras. Hace lo que la literatura debe hacer (si es que debe hacer algo), pone palabras a situaciones vividas que no quedaron registradas en ningún lugar conocido hasta que otro, otra como Anne, viene a decirte que ella sí las registró y se tomó la molestia de escribirlo por ti. De una manera bella, áspera, difícil e íntima.
Si queréis leer una vorágine en su centro mismo, La belleza del marido es el lugar.

El deseo duplicado es amor
El amor duplicado es locura
La locura duplicada es matrimonio.

Comentarios

  1. Magníficas tus reseñas, María. Como siempre. Habrá que leerlo, ya se ha abierto el apetito.

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