Hombres de verdad
Si un tal RabazoProspe te deja un regalo envuelto en una bolsa de basura, bajo un contenedor verde, junto a la reja del parque del Retiro ¿Tú qué harías?
Goliardo, que ha estado charlando con él durante semanas a través de una de esas aplicaciones para ligar, acude al lugar exacto en el día convenido y por supuesto, o no tendríamos historia, lo recoge.
Ya me había fijado en el título antes ¿Y quién no? Si ya me cuesta definir qué es un hombre, uno de verdad debe ser la hostia. La lástima es que el libro salió semanas antes del Estado de Alarma y la promoción quedó como quedaron todos los planes; suspendidos. Si además le pones semejante portada, rara, extraña, surrealista pero acertadísima una vez que lo lees y le das sentido, llama mucho la atención.
Decía la sinopsis por la que me dejé llevar cuando lo elegí que sus protagonistas se enfrentan a las contradicciones que supone ser varón hoy en día, atrapados entre el rol tradicional de la masculinidad dura, insensible y dominante, y la lucha por alcanzar el territorio de la emoción, los afectos y la fragilidad. Como me interesa muchísimo el tema lo acabé en dos días. Del tirón. Ni me acordé del bloqueo que sufrí en esos meses, porque Alberto Marcos tiene el don de engancharte para que no levantes los ojos del libro. Es de agradecer en los tiempos que corren.
Lo primero que me sorprende al leer Hombres de verdad es mi mirada. La mirada con la que me acerco a estas historias. Soy una mujer hetero que cuando escucha la palabra hombres los imagina con su misma orientación sexual. Y ahí hay ya un aprendizaje que rompe, empieza a romper con fuerza, la barrera cultural que me circunda. Los hombres de Marcos son homosexuales y se pasan la vida deseando, buscando, amando, odiando y engañando a otros hombres. Las mujeres, pocas y secundarias, los enfrentan sin embargo a su propia masculinidad.
—¿Sabes cuál es tu problema— (le dice Marcia a Darío en uno de los relatos) —. El mismo problema que tenéis todos los hombres, heteros, gays, jóvenes y mayores, da lo mismo, lo veo todos los días en mi trabajo: se os ha dicho durante toda vuestra vida quién se supone que debéis ser, así que nunca os planteáis, ni desde luego descubrís, quiénes sois de verdad.
Una pareja de novios viaja en compañía de sus madres al santuario de la Virgen de Fátima, un chico que cuenta en redes sus desvelos por un compañero de la piscina, un hombre que rememora su encuentro con dos mujeres transexuales, el camino de aprendizaje de un adolescente a través de sus sentimientos o un tema tan poco tratado como la disfunción eréctil son solo alguno de estos relatos tan bien escritos como necesarios.
—La vejez está en aceptar que hemos perdido la batalla. Y siempre perdemos la batalla ¿No es eso lo que significa ser un hombre?
—¿Aceptar la derrota?
—No. Aceptar la lucha.
Le deseo una larga vida a estos Hombres de verdad. Falta nos hace.
Goliardo, que ha estado charlando con él durante semanas a través de una de esas aplicaciones para ligar, acude al lugar exacto en el día convenido y por supuesto, o no tendríamos historia, lo recoge.
Ya me había fijado en el título antes ¿Y quién no? Si ya me cuesta definir qué es un hombre, uno de verdad debe ser la hostia. La lástima es que el libro salió semanas antes del Estado de Alarma y la promoción quedó como quedaron todos los planes; suspendidos. Si además le pones semejante portada, rara, extraña, surrealista pero acertadísima una vez que lo lees y le das sentido, llama mucho la atención.
Decía la sinopsis por la que me dejé llevar cuando lo elegí que sus protagonistas se enfrentan a las contradicciones que supone ser varón hoy en día, atrapados entre el rol tradicional de la masculinidad dura, insensible y dominante, y la lucha por alcanzar el territorio de la emoción, los afectos y la fragilidad. Como me interesa muchísimo el tema lo acabé en dos días. Del tirón. Ni me acordé del bloqueo que sufrí en esos meses, porque Alberto Marcos tiene el don de engancharte para que no levantes los ojos del libro. Es de agradecer en los tiempos que corren.
Lo primero que me sorprende al leer Hombres de verdad es mi mirada. La mirada con la que me acerco a estas historias. Soy una mujer hetero que cuando escucha la palabra hombres los imagina con su misma orientación sexual. Y ahí hay ya un aprendizaje que rompe, empieza a romper con fuerza, la barrera cultural que me circunda. Los hombres de Marcos son homosexuales y se pasan la vida deseando, buscando, amando, odiando y engañando a otros hombres. Las mujeres, pocas y secundarias, los enfrentan sin embargo a su propia masculinidad.
—¿Sabes cuál es tu problema— (le dice Marcia a Darío en uno de los relatos) —. El mismo problema que tenéis todos los hombres, heteros, gays, jóvenes y mayores, da lo mismo, lo veo todos los días en mi trabajo: se os ha dicho durante toda vuestra vida quién se supone que debéis ser, así que nunca os planteáis, ni desde luego descubrís, quiénes sois de verdad.
Una pareja de novios viaja en compañía de sus madres al santuario de la Virgen de Fátima, un chico que cuenta en redes sus desvelos por un compañero de la piscina, un hombre que rememora su encuentro con dos mujeres transexuales, el camino de aprendizaje de un adolescente a través de sus sentimientos o un tema tan poco tratado como la disfunción eréctil son solo alguno de estos relatos tan bien escritos como necesarios.
—La vejez está en aceptar que hemos perdido la batalla. Y siempre perdemos la batalla ¿No es eso lo que significa ser un hombre?
—¿Aceptar la derrota?
—No. Aceptar la lucha.
Le deseo una larga vida a estos Hombres de verdad. Falta nos hace.
María, qué interesante nos lo presenta y debe ser. Me atrae la temática, muy actual y muy de aprender, de aceptar. Gracias.
ResponderEliminarPues tiene muy buena pinta. Me lo vas a tener que prestar.
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