El loro de Flaubert

Geoffrey Braithwaite es un médico inglés jubilado que tras enviudar decide viajar a Normandía, la tierra de su escritor favorito, Gustave Flaubert. 

Pretende conocer de cerca, aunque con más de un siglo de diferencia, al hijo de Mme.Flaubert, amigo de Du Camp, Louis Bouilhet y George Sand, amante de Louise Colet, autor de la universal (y célebre por mil motivos) Madame Bovary, al viajante y ermitaño, al burgués que odiaba a los burgueses y al seductor que no quiso casarse. Sin embargo, este no es un viaje cualquiera, es una incursión metaliteraria hacia los motivos y mecanismos que el de Rouen usó o quizá (ahi está el encanto) pudo usar para escribir. ¿Quién conoce la realidad?

Todo dará comienzo cuando Braithwaite encuentre un loro disecado en el despacho que el escritor tenía en el Hôtel-Dieu en Rouen, su pueblo natal, y otro loro casi igual en su casa de veraneo, en Croisset. En ambos lugares, convertidos hoy en museos, le aseguran a Geoffrey que se trata del loro auténtico en el que Flaubert se inspiró para su famoso relato titulado: "Un corazón sencillo".

Ese loro duplicado da el pistoletazo de salida al dilema de la utenticidad. La verdad. ¿Tanto importa?

¿Cómo es que las reliquias nos ponen tan cachondos? —se pregunta Geoffrey— ¿No tenemos la fe suficiente en las palabras? ¿Creemos que los restos de una vida contienen cierta verdad auxiliar?

Lo creamos o no, indagaremos en los restos de una vida, la del escritor, que irónicamente no tuvo jamás intención de dejarle a la posteridad restos íntimos de ningún tipo. Para él, el escritor no debe aparecer en los libros, como Dios, está pero no se le ve, claro. Y sin embargo, ¿acaso lo cumplió?

Y así, a través de diferentes cronologías, bestiarios particularísimos, deliciosas coincidencias, debates sobre el verdadero color de los ojos de Emma Bovary, repaso a las novelas apócrifas, no-escritas, escaladas a las pirámides de Egipto, viajes en barco por el Canal de la Mancha, escuchando la versión de Colet, la historia del propio Braithwaite e incluso, realizando casi al final un divertido examen, "El loro de Flaubert" se me acabó como la arena se escapa entre los dedos. Con placer y cierta melancolía.

Suerte que los libros, los buenos libros, se pueden leer más veces, como podemos llenarnos  las manos con más puñados de arena.

Y tenemos Madame Bovary, y tenemos Un corazón sencillo. 

Sí, suerte que tenemos.

Comentarios

  1. Curioso libro, según parece. Pero antes mejor me leo madame Bovary, que aún lo tengo pendiente. Creo que Julian Barnes lo comprendería ;-)

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  2. Seguro que lo comprende!
    Cuando te leas Madame Bovary, lo comentamos. Es una joya.

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  3. Muy interesante lo que cuenta ese libro. ¿ Cuál es la verdad de la historia de cada un@? Lo que más me gusta es con el entusiasmo que lees y nos lo cuentas. La metáfora final genial: se te escapó el libro como arena entre las manos. Es, a coger otro puñadito de arena.

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