Lolita


Este es uno de esos libros cuya fama, debates y hasta adaptaciones cinematográficas, ha distorsionado tanto la historia que (es mi teoría) muchos creen haberla leído cuando, en realidad, llego a dudarlo.

¿Ven la foto de la portada? ¿Qué les llama la atención? O mejor dicho, ¿echan algo de menos? No sé; ¿La cara de una niña-mujer? ¿Las gafas de sol apoyadas con descaro en la punta de su nariz? ¿La fálica piruleta que se lleva a la boca? 

Al fin y al cabo, es así como el imaginario colectivo representa a Lolita gracias al cine. Una golfilla seductora que, mira tú por dónde, vuelve loco a un hombre maduro. Bueno, dejémoslo en hombre.

Ahora vamos a quitarle ese velo rancio que difumina el libro empezando por mirar la ilustración del mío. Una chica (les diré que en la novela tiene doce años aunque, claro, para interpretarla eligieron a Sue Lyon, que ya tenía los catorce, y cuya historia les recomiendo que investiguen por lo dura y triste que también fue) en una postura defensiva a la que atraviesa de lado a lado, a la altura de las costillas y el corazón, un artilugio afilado, mitad tijera mitad llave de cuerda. Una niña de doce años que cae en las garras de un pederasta con un largo historial de ingresos en clínicas mentales pero al que nadie ha detectado en su depravación. Es más, resulta educado, culto, sereno y hasta atractivo. De esos que saludan cada mañana a los vecinos y, por lo tanto, inofensivos de todo punto que dirían en esos programas de la mañana. Más obscenos que esta historia, si cabe.

Un hombre que secuestra a una niña a la que viola, de la que abusa física y emocionalmente, y que además tiene la desfachatez de ser él, el propio depredador, el que nos cuenta "su triste historia". La suya, no la de Lolita. Y ahí está la maestría de su autor. Un Nabokov al que la novela se le atragantó durante años (Vera, su mujer, dijo que salvó el manuscrito de la papelera y hasta del fuego en varias ocasiones) y que podría beber de su propia experiencia personal cuando, de niño, un familiar de la calaña de su H.H. (nombre figurado del violador), le metía mano en cuanto se quedaban a solas. Porque, y esto solo es para que lo piensen, si Lolita hubiera sido un niño... ¿creen que lo hubieran sexualizado como a ella? ¿Se habría entendido la historia igual? Qué cositas estas del género. En fin.

Por otro lado, un par de años antes de que Nabokov acabara su obra, los medios de comunicación norteamericanos se hicieron eco de la historia real de Sally Forner. A Sally, de once años, la raptó de su casa un pederasta que la retuvo durante veintiún meses en una sádica huida por los Estados Unidos de forma muy similar a la que Humbert Humbert lleva a cabo con Dolores Haze. Su Lo-li-ta.

Nabokov, en una entrevista a la televisión francesa años después de la vorágine de su publicación, ya advertía que no se había entendido la novela. Elevó la voz para decir que Lolita no era más que una víctima y Humbert un depredador. Sin embargo, fue él personalmente el que eligió a Sue para la cinta de Kubrick, y hasta escribió parte del guion.  De hecho, cuando la película se estrenó hubo críticas que decían ¿Cómo es posible que hayan hecho de Lolita una película? y quizá por eso, porque la novela no se puede llevar al cine tal y como está narrada, por lo que decidieron alimentar esa idea arcaica de la niña mala que, total, tampoco era tan inocente. Y entonces sí, cualquier aberración pasa por una historia sensual, sexual y hasta de amor.

¿Lo mejor de Lolita? El lenguaje, sin lugar a dudas. La manera en que el narrador cuenta los hechos. Su poder de persuasión. De manipulación.  Ahí está su grandeza. Y también su trampa.

"Contemplen esta maraña de espinas".

Comentarios

  1. Muy buena tu reseña, María. Efectivamente es un libro tan bueno como polémico. Cuando se escribe en primera persona, sigue habiendo lectores que confunden al narrador con el/la escritor/a.
    La portada de Anagrama es nueva, porque antes usaba un fotograma de la peli de Kubrick.
    En cuanto a las Lolitas, entendidas como adolescentes que coquetean con hombres adultos existen y yo, como profe, las he tenido. Pero ahí debe estar la madurez y responsabilidad del adulto para no aprovecharse de ello.

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