Ritos funerarios
Islandia, 1828. Natan Ketilsson y Pétur Jónsson son hallados muertos entre las cenizas de una granja en Illugastadir. Un vecino, Fridrik Sigurosson y las dos sirvientas de la granja quemada; Sigrídur Gudmundsdóttir y Agnes Magnúsdóttir son acusados de los asesinatos y posterior incendio de la casa. Ritos funerarios cuenta la historia, ficcionada en algunas partes y real en otras, de Agnes, la última persona ejecutada en la isla.
La novela te transporta con una maestría y precisión asfixiantes a la Islandia de la primera mitad del siglo XIX. Tierra inhóspita, dura, fría y oscura en la que hombres y mujeres se esfuerzan durante los meses de primavera y verano por sacar de la tierra el alimento y que en los interminables meses de invierno, cuya noche parece no tener fin, se recluyen en la badstofa (sala principal de la casa que hace también las veces de dormitorio) cardando lana, tejiéndola o, simplemente, por evitar morir de frío arropados entre mantas y chales mientras afuera el viento y las tormentas azotan las humildes casas de barro y madera cuyas ventanas carecen de cristales (lujo reservado a unos pocos) y se cubren con pellejos de animal tensados que apenas sí dejan pasar la escasa luz que los cortos días regalan.
Ante la inexistencia de prisiones en el país, los acusados son separados y recluidos (por imposición del comisionado de la comarca) en distintas casas en las que deben convivir con las familias que en ellas habitan hasta la ejecución de la sentencia a muerte.
Agnes se ve obligada, al igual que la familia que la retiene por imperativo legal, a trabajar en Kornsá, la granja de un matrimonio con dos hijas adolescentes. También, y puesto que está a la espera de ejecución, un sacerdote se encargará de visitarla para ofrecerle apoyo espiritual e "instarla al arrepentimiento".
El libro (del que no desvelo más de lo que puede leerse en la contraportada y el primer capítulo del libro) se teje con las cartas cruzadas entre las distintas personalidades de la época y los documentos —reales en la mayoría de los casos— que el caso dejó para los archivos históricos de este suceso. También se cuenta a través de un narrador equisciente que sigue al reverendo segundo Porvardur Jónsson, encargado de visitar a la rea; a Margrét, la madre de la familia en cuya granja se ven obligados a acogerla, y la voz, en primera persona, de la propia Agnes que irá contando y contándose a sí misma, toda su vida ante el umbral de la muerte. Interesante la manera en que la escritora aleja y acerca al narrador según las escenas y los sentimientos que desea mostrar.
Cada uno de los personajes que aparece narrará sus miedos, sus prejuicios y sus dudas ante la custodia Agnes. Y Agnes, sola ante el sinsentido de su existencia, contará los hechos en infinidad de saltos atrás en el tiempo mientras su tiempo, su vida, se agota.
La historia escrita por Hanna Kent, autora de Ritos funerarios, tiene algunas similitudes con la novela de Margaret Atwood "Alias Grace" (de la que hay una entrada al inicio del blog). Ambos libros relatan la historia real de dos criadas condenadas por el asesinato de sus patrones en siglos pasados y que durante su presidio reciben la visita periódica de dos hombres; un sacerdote en el caso de Agnes y un médico en el caso de Grace. Sin embargo, aunque son dos historias contadas de manera parecida en su estructura (documentos, poemas, voces) también resultan profundamente diferentes en sus formas.
Kent convierte a Agnes y a Islandia casi en una sola cosa. La dureza, la fragilidad, el viento, el frío, el océano, los fiordos, el silencio y las tormentas de nieve van conformando, modelando a los personajes de Ritos funerarios, de tal manera que solo en este lugar alejado del mundo podría narrarse algo así. Un libro bello que cuenta unos hechos complicados y caleidoscópicos con el que la escritora hace, en sus propias palabras, dos actos de justicia a través de la literatura. El primero con Agnes Magnúsdóttir, de la que solo encontró testimonios en los que se la definía como "una bruja inhumana, instigadora de asesinatos". He escrito esa novela —explica Hanna— para ofrecer un retrato más ambiguo de esta mujer. El segundo acto de justicia se da con la tierra en la que ocurren los hechos; al componer una "oscura carta de amor a Islandia".
Ritos funerarios, Alias Grace o Del color de la leche (libro de Nell Leyshon), son historias de mujeres enfrentadas a la justicia de los hombres, en un mundo de hombres, para el que no son más que simples criadas a las que ignorar porque no valen más que la ropa que llevan puesta. Estos libros las sitúan en el centro, las hacen protagonistas y les dan voz para que, al menos por una vez, tengan la palabra. Merece la pena escucharlas.
La novela te transporta con una maestría y precisión asfixiantes a la Islandia de la primera mitad del siglo XIX. Tierra inhóspita, dura, fría y oscura en la que hombres y mujeres se esfuerzan durante los meses de primavera y verano por sacar de la tierra el alimento y que en los interminables meses de invierno, cuya noche parece no tener fin, se recluyen en la badstofa (sala principal de la casa que hace también las veces de dormitorio) cardando lana, tejiéndola o, simplemente, por evitar morir de frío arropados entre mantas y chales mientras afuera el viento y las tormentas azotan las humildes casas de barro y madera cuyas ventanas carecen de cristales (lujo reservado a unos pocos) y se cubren con pellejos de animal tensados que apenas sí dejan pasar la escasa luz que los cortos días regalan.
Ante la inexistencia de prisiones en el país, los acusados son separados y recluidos (por imposición del comisionado de la comarca) en distintas casas en las que deben convivir con las familias que en ellas habitan hasta la ejecución de la sentencia a muerte.
Agnes se ve obligada, al igual que la familia que la retiene por imperativo legal, a trabajar en Kornsá, la granja de un matrimonio con dos hijas adolescentes. También, y puesto que está a la espera de ejecución, un sacerdote se encargará de visitarla para ofrecerle apoyo espiritual e "instarla al arrepentimiento".
El libro (del que no desvelo más de lo que puede leerse en la contraportada y el primer capítulo del libro) se teje con las cartas cruzadas entre las distintas personalidades de la época y los documentos —reales en la mayoría de los casos— que el caso dejó para los archivos históricos de este suceso. También se cuenta a través de un narrador equisciente que sigue al reverendo segundo Porvardur Jónsson, encargado de visitar a la rea; a Margrét, la madre de la familia en cuya granja se ven obligados a acogerla, y la voz, en primera persona, de la propia Agnes que irá contando y contándose a sí misma, toda su vida ante el umbral de la muerte. Interesante la manera en que la escritora aleja y acerca al narrador según las escenas y los sentimientos que desea mostrar.
Cada uno de los personajes que aparece narrará sus miedos, sus prejuicios y sus dudas ante la custodia Agnes. Y Agnes, sola ante el sinsentido de su existencia, contará los hechos en infinidad de saltos atrás en el tiempo mientras su tiempo, su vida, se agota.
La historia escrita por Hanna Kent, autora de Ritos funerarios, tiene algunas similitudes con la novela de Margaret Atwood "Alias Grace" (de la que hay una entrada al inicio del blog). Ambos libros relatan la historia real de dos criadas condenadas por el asesinato de sus patrones en siglos pasados y que durante su presidio reciben la visita periódica de dos hombres; un sacerdote en el caso de Agnes y un médico en el caso de Grace. Sin embargo, aunque son dos historias contadas de manera parecida en su estructura (documentos, poemas, voces) también resultan profundamente diferentes en sus formas.
Kent convierte a Agnes y a Islandia casi en una sola cosa. La dureza, la fragilidad, el viento, el frío, el océano, los fiordos, el silencio y las tormentas de nieve van conformando, modelando a los personajes de Ritos funerarios, de tal manera que solo en este lugar alejado del mundo podría narrarse algo así. Un libro bello que cuenta unos hechos complicados y caleidoscópicos con el que la escritora hace, en sus propias palabras, dos actos de justicia a través de la literatura. El primero con Agnes Magnúsdóttir, de la que solo encontró testimonios en los que se la definía como "una bruja inhumana, instigadora de asesinatos". He escrito esa novela —explica Hanna— para ofrecer un retrato más ambiguo de esta mujer. El segundo acto de justicia se da con la tierra en la que ocurren los hechos; al componer una "oscura carta de amor a Islandia".
Ritos funerarios, Alias Grace o Del color de la leche (libro de Nell Leyshon), son historias de mujeres enfrentadas a la justicia de los hombres, en un mundo de hombres, para el que no son más que simples criadas a las que ignorar porque no valen más que la ropa que llevan puesta. Estos libros las sitúan en el centro, las hacen protagonistas y les dan voz para que, al menos por una vez, tengan la palabra. Merece la pena escucharlas.
Buena reseña. Gracias.
ResponderEliminarOtra reseña maravillosa. Quien pudiera hablar de los libros como tú. Yqué interesantes esos casos de criadas asesinas de los que efectivamente hay muchos ejemplos y cine y literatura. Cuantas humillaciones no recibirían, cuantas veces se preguntarían por qué en la vida les había tocado ser la criada y a la otra ser la señora.
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