Mientras agonizo
Si hay algo curioso que a veces me comentan en los talleres
de escritura es el deseo, más o menos recurrente, de escribir «algo» de una manera
que nunca antes haya sido escrito, innovador.
Para mí la deseada innovación es un término más adecuado a las PyMES y
autónomos, tal vez a las reuniones en los consejos de administración de una
multinacional, igual es la palabra fetiche de un CEO, pero para quienes
escribimos la innovación debería ser otra cosa que ser el primero en… Y además, no se llamaría así, sino estilo.
Sea como fuere, se trata de un objetivo a lograr tan legítimo como cualquier
otro, no seré yo quien diga lo contrario, pero es que creo que abordamos la
cuestión de lo novedoso desde una perspectiva compleja, difícil, quizá,
(repito que esta es solo mi impresión) equivocada e, incluso ya que estamos;
ingenua.
En «Correo literario» (anda por ahí una reseña del libro), la poeta Wislawa
Szymborska responde por carta a la consulta de un jovencísimo aspirante a
escritor con claros anhelos innovación. Lo primero que le pide es que lea tanto
como pueda y para terminar apostilla: «Por si escribe usted algo bueno y luego
se encuentra con que ya lo ha escrito alguien antes que usted».
En otra de sus punzantes respuestas (no me canso de leer este libro), le adelanta
a otro principiante al que le queda
mucho mundo por recorrer aún: «Pronto se dará cuenta de que no solo doña Agatha
escribe historias que hielan la sangre en las venas, sino también el señor
Homero, el señor Shakespeare, el señor Dostoievski y algunos señores más».
Desde luego, yo, cuanto más leo, más cuenta me doy de que todo ya se ha escrito
antes y, de paso, menos sé. ¿Qué hacer una vez llegas a una conclusión tan
fagocitante? Pues, esta es mi humilde opinión, dejar de apuntar al cielo,
fantaseando con la idea aún lejana de volar, y hundir un poquito la barbilla en
el pecho para explorar un terreno recóndito y tan desconocido para el gran
público que nunca antes se ha visto nada igual. O sea, tú mismo o tú misma.
Según.
Y ojo, esto es importante, no nos embalemos que no hablo de ponernos a hacer nuestra biografía como si no hubiera un mañana, hablo de ensayar con las herramientas narrativas desde nuestros puntos de vista, desde el uso de nuestro lenguaje sin impostar, de nuestra manera de construir las frases o de describir las cosas. Sin caer en clichés o lugares comunes que, oh paradoja, son de lo menos novedoso que hay. En resumen; indaga en tu voz, practica tu estilo y así comprobarás, si trabajas mucho, que ese es el ADN a movilizar extrayendo la dosis de talento que podamos tener ya que según nuestra Szymborska, el talento es genética y el estilo práctica.
Qué más nos da que todo se haya hecho antes, el tesoro de la Literatura está a
nuestra disposición para disfrutar y crecer en el oficio y, si es nuestro deseo
profundo tratar de innovar con algo, aportar esa manera que tú tienes o ella
tiene o yo tengo de relatar las historias que, por lo que sea, nos interese
relatar.
Por cierto, que se me va de la cabeza y yo venía a eso, «Mientras agonizo»"
de William Faulker, es un estupendo
libro escrito con la técnica del monólogo interior a través de la voz de varios
personajes, un montón, alrededor de un mismo hecho, la muerte de la madre y su
posterior traslado a la tierra en la que ella pidió descansar como última voluntad.
El resto, y tiene muchísimo resto (no voy a soltar palabra pero es de traca),
hay que leerlo ya que 90 añitos tiene esta asombrosa historia.
Porque no hay que intentar ser Faulker ya que hubo uno y qué bien que lo
hubiera. Hay, en todo caso, que leer a Faulker y aprender todo lo que se pueda
para, si es posible, abordar nuestra escritura conociéndolo. Y digo Faulker
como digo Woolf, Saramago, Chejov, Atwood, Mann, Munro, Dickens...
¿Si cuento que el autor escribió la novela en cuatro meses añado demasiada
presión al asunto? ¿También querremos competir con eso?
Sí diré para acabar (y porque no puedo resistirme) que mucho cuidado con plagiar a Faulker en el taller,
hombres y mujeres de Dios, que en este pueblo lo idolatramos.
Escribamos pues, que no es poco.
María, me has recordado a un tío mío que cuando yo tenía 16 años leyó uno de mis cuentos y me dijo que escribía como Faulker. Yo entre que mme sentí super importante y un poco consternada, pues no había leído nada de él, y creo que era la primera vez que alguien me lo mencionaba. ¿Cómo podía yo imitar a alguien que nunca había leído? Y ahí comencé a comprender que Faulker había marcado un estio, una forma de escribir"innovadora" y que quizás los autores que yo había leído, habían sido influenciados por él. En definitiva, un pasar el estilo desde el más grande como cuando una pelota rebota por una escalera, hasta que llega a mi, que estoy en la planta baja, con mi escritura plana e incierta. Tu escritura tiene un ADN que me encanta y que si bien, no puedo llegar a su altura, por lo menos contagia como el coronavirus. Te quiero amiga. Estás haciendo historias e Historia.
ResponderEliminarCorrígeme las faltas, por favor, jajaja.
EliminarNo voy a corregir nada porque parece que te estoy oyendo con tu acento mitad chileno, mitad inglés que, precisamente, forma parte de tu estilo.
EliminarGracias a ti, Pía, por leerme con tanta atención y por devolverme un comentario hecho en sí mismo un relato. Me quedo (ya sabes que los escritores somos vampiros) con esa imagen de la pelota que baja las escaleras. Porque lo has representado muy bien, tú y yo y quienes empezamos, recogemos las pelotas que se tiran desde arriba, en el piso de abajo.
Yo también te quiero, amiga!
Qué buena lección de escritura creativa nos has dado. Tendré que leer a Faulker. Gracias
ResponderEliminarQue bien escribes, puñetera! Tú reflexión sobre la innovación en literatura me parece acertadísima y qué bien explicada! A Faulkner no lo entendí a los 18 y aún no le he dado al pobre otra oportunidad. Está en la lista, que va creciendo y creciendo...
ResponderEliminarDe momento prefiero algo más ligerito como Roald Dahl y O'Henry
Muaks